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Christina O. y sus 77 espléndidos años

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Al ex primer ministro británico Winston Churchill le encantaba pasar horas sentado en popa. Eva Perón disfrutó del sol en su cubierta. Frank Sinatra bebió litros de cócteles preparados por sus camareros y John Fitzgerald Kennedy también viajó varios días en él por el Mediterráneo. Marilyn Monroe se dejó seducir a bordo por las olas del Egeo y la soprano Maria Callas cayó allí en los brazos de Aristóteles Onassis, el dueño de un yate legendario: el ‘Christina O’.

Esta embarcación fue el lugar donde durante los años 50, 60 y 70 poderosos, millonarios y celebridades disfrutaron de una vida informal y regalada, agasajados por el famoso armador griego. Hoy, el emblemático buque de recreo sigue todavía navegando por aguas del Mediterráneo e incluso del Caribe. Lo hace en régimen de chárter y es habitual verlo muchos veranos recalando frente a Formentera, en el puerto de Eivissa o fondeando en diferentes calas de Mallorca.

Este lunes, localizando entre Santorini y Paros gracias a una aplicación móvil al motovelero Galileo de Variety Cruises en su primer viaje post-Covid, he pensado enseguida en otro buque griego: “¿Dónde estará ahora el Christina O.?”. Lo encontré relativamente cerca, al otro lado del Peloponeso, amarrado el puerto de Katakolon desde hace casi un mes.

El Christina O fondeado

El Christina O. fondeado con su lancha auxiliar clásica regresando desde tierra al yate llevando a un pasajero (CO)

Y es que la historia de este barco ha sido tan interesante como las que han sucedido en su interior: se botó en verano de 1943 para la Marina Real Canadiense bajo el nombre de ‘Stormont‘. Era un tipo de fragata river destinada a escoltar convoyes marítimos durante la Segunda Guerra Mundial. Tras el conflicto, el buque fue uno de los muchos excedentes militares que se subastaron y Onassis lo adquirió en 1954 para convertirlo en su residencia más querida, invirtiendo cuatro millones de dólares para su reforma integral.

Cuando empezó a utilizarlo, sus propiedades en tierra como la isla privada de Skorpios, sus apartamentos en Mónaco, París y su casa de Nueva York pasaron a un segundo termino. Como amante del mar, Aristóteles Sócrates Onassis, ‘Ari’ para los suyos, se sentía libre y en su medio natural oliendo a yodo y salitre cuando navegaba a bordo del ‘Christina’, bautizado así en honor a la hija que tuvo con Athina Livanos, su primera esposa, que decía continuamente que el armador quería a aquel barco sobre cualquier otra cosa en el mundo.  Sus tripulantes también eran conscientes de ese amor extremo y siempre se dijo que cualquier mínimo daño que sufriera el barco, aunque fuese una mancha sobre una tapicería, conllevaba el despido fulminante y el desembarque del responsable, allí donde estuvieran.

Onassis y Churchill charlando en el interior de la piscina del yate

Aristoteles Onassis y Winston Churchill charlando sentados sobre los mosaicos de la piscina del yate (colección CO)

Ser uno de los empresarios más poderosos del mundo le permitió invitar continuamente a bordo a todo tipo de personas, sobre todo aquellos que le podían aportar algo a sus negocios. También alojaba a personalidades a las que admiraba y a otros potenciales competidores a los que pretendía deslumbrar. En los numerosos cruceros que organizaba se reunían personajes de lo más dispar, aunque siempre coincidían tres denominadores: glamour, poder y posibilidad de ganar más…  glamour, poder y dinero.

Tanto por sus huéspedes como por las medidas – con 99 metros de eslora fue el yate más grande del mundo durante muchos años– su presencia no pasaba desapercibida en los puertos en los que recalaba. A bordo todo era lujoso, sofisticado y en algunos detalles también algo hortera y pretencioso… aunque por su poder a Ari se le perdonaban sus excentricidades, como una broma recurrente que hacía las mujeres primerizas a bordo, comentándoles al oído de manera literal: “Querida, ¿sabes que estás sentada sobre la polla de una ballena?”, algo de lo que eran informadas cuando estaban acomodadas en uno de los taburetes de la barra de bar de cubierta, forradas con esa suavísima piel de glande de cetáceo.

 Otra peculiaridad del barco era que portaba un hidroavión Piaggio en su cubierta. Con este se llevaban y traían invitados que no podían pasar demasiados días a bordo, como fue el caso de la soprano Maria Callas, a quien Ari invitó a pasar unos días junto a su marido entre representaciones y a quien quiso seducir desde el primer instante, lo que dio lugar a una historia de amor más similar a una tragedia griega –ambos lo eran– que a un romance, algo parecido a lo que sucedió posteriormente con Jacqueline Bouvier, primero señora de Kennedy y luego de Onassis.

El yate amarrado en el embarcadero de la isla privada de Skorpios en los 60

El yate Christina amarrado en el embarcadero de la isla privada de Skorpios en los años 60 (colección CO)

El brillo naval del Christina se fue apagando a medida que su propietario envejeció y ganó enemigos. Tras la muerte de Ari en 1975, su hija heredó el barco, aunque poco después lo cedió al gobierno griego para que fuese usado como yate presidencial con el nuevo nombre de Argo. Así, jefes de estado como Constantino Karamanlis o Christos Satrtzezakis se alojaron a bordo, aunque de manera muy puntual para no ser acusados de ostentación. Esto hizo que el yate sufriera un deterioro notable hasta que J.P. Papanicolau hizo una oferta al gobierno de la república para que regresase a manos privadas en 2001.

El barco entró en astilleros tras su adquisición y durante 15 meses fue sometido a una reforma integral de todos sus detalles, restaurando los elementos mas simbólicos y renovando todos los aspectos técnicos y decorativos. Papanicolau le devolvió el nombre original, al que se añadió una ‘O’ en recuerdo del apellido mas famoso de la historia griega moderna —con el permiso de la Callas o de la actriz Irene Papas—. La reforma le colocó técnicamente en el siglo XXI, aunque respetando un aire clásico, que es lo que buscan ahora las personas que actualmente lo alquilan por unas tarifas que rondan van de los 560.000 a los 700.000 euros semanales (sin incluir extras) dependiendo de la temporada y  que tenga el barco, capaz de llevar 34 pasajeros, atendidos por hasta 38 tripulantes.

El yate en la actualidad, en una foto promocional de un broker

El yate en la actualidad, en una foto promocional de un broker del sector de las grandes esloras (CVLY)

Tras el casco blanco del barco y en sus zonas exteriores, el espacio está dividido en cinco cubiertas. En la más alta hay un bar y zona de solárium, en la siguiente, el puente de mando y la gran suite de tres habitaciones, de unos cien metros cuadrados en la que se ha mantenido la estructura que creó su dueño original, de ahí que se siga llamando la ‘suite Onassis’. En la planta inmediatamente inferior están las zonas comunes del barco: una librería, sala de masajes, un pequeño cine, gimnasio y un jacuzzi. Bajo ésta hay diez camarotes dobles, el comedor principal, el bar con sus famosos taburetes –forrados esta vez con material menos exótico–, un gran salón de estar, la helisuperficie y una piscina, que pulsando simplemente un botón se cubre y convierte en una pista de baile al aire libre. En el resto del barco hay más camarotes y espacios para la tripulación.

Aun habiendo fallecido hace 45 años, Onassis sigue navegando simbólicamente por medio de su amado Christina, que hoy ha amanecido en el puerto más cercano a las ruinas del sitio arqueológico de Olimpia, que desde 1989 es lugar Patrimonio de la Humanidad.

Todo pasa… aunque algunas cosas quedan.

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